SEMANA SANTA Viernes SANTO
2º de abril
(Evangelio según san Juan 13, 1-15)
(Evangelio según san Juan 18, 1-39; 19, 1-42)
Cuando leemos la pasión del Señor, podemos hacerlo superficialmente, como si fuera una noticia de hechos del pasado que no nos interesan demasiado.
Pero es un texto que busca llevarnos a renovar nuestra conversión y a profundizar nuestra amistad con Jesucristo.
Comienza hablando del lugar en que se desarrolla la traición:
un huerto donde Judas llega con los soldados romanos para tomar preso a Jesús.
Se destaca que el lugar de la traición es el mismo lugar donde tuvo lugar la amistad, la intimidad con sus discípulos:
“Judas, el que lo entregaba, conocía el lugar, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos”.
También nosotros, que hemos recibido tanto del Señor, a veces olvidamos todo, como si nada hubiera pasado, para seguir nuestros propios proyectos.
Este evangelio nos invita a mantener viva la memoria, a cuidar el recuerdo constante de los dones del Señor y de la grandeza preciosa de su amistad.
Jesús no se defiende a sí mismo, pero protege a sus discípulos y dice:
“no he perdido a ninguno”, es como si dijera:
“los he cuidado y protegido hasta el fin”.
La diferencia aquí la marca Pedro, que lo niega tres veces.
Éste, es también un mensaje para cada uno de nosotros:
si Él se jugó por mí, ¿cómo me juego yo por Él?
En el diálogo con Pilato, Jesús nos revela lo más profundo de su persona y de su misión.
Nos recuerda que él es nuestro rey, pero que su reino “no es de este mundo” y que no se rige por los criterios del mundo.
Él reina con la verdad:
“El que es de la verdad escucha mi voz”.
En la crucifixión se destaca la escena con María, a quien proclama Madre de todos los discípulos:
“Aquí tiene a tu madre”, le dice al discípulo amado:
es un llamado a recibirla como madre propia, y “ …desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa”.
La sed de Jesús es el deseo ardiente de cumplir su misión.
Al morir, la cumplió plenamente y “entregó el Espíritu”.
Es el Espíritu Santo prometido, que se simboliza como agua viva que brota de su costado.
Lo sepultan también en un huerto.
El huerto es un lugar donde crece la vida, y es un modo de expresar que allí estaba brotando la vida, esa vida que Él nos vino a traer.
“Lléname con tu gracia Señor, afiánzame con tu poder, para que también yo pueda estar a tu lado en la pasión.
Quiero acompañarte fiel junto a la cruz, y contemplarte junto a la Madre que nos dejaste”.
En este Viernes Santos unámonos a la Cruz de Jesús, y dejémonos acompañar por nuestra Madre dolorosa.
Con mi bendición.
P. Edgardo.